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lunes, agosto 4, 2025
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Clase turista.

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Predican la austeridad desde los hoteles más exclusivos de España, Portugal y Japón. La 4T, esa cruzada moral que prometía redimir a México de la corrupción y el dispendio, hoy tiene a sus prohombres vacacionando en los destinos más lujosos de Europa… pero con la conciencia en modo avión.

Este verano, las benditas redes sociales no mintieron: Andrés Manuel López Beltrán desayunando en el Hotel Okura de Tokio; Ricardo Monreal celebrando su aniversario en el Rosewood de Madrid; Mario Delgado, bien acompañado, en un desayuno de lujo en Lisboa; Enrique Vázquez, diputado y danzarín, grabado bailando en Lío Ibiza, el club más caro de las Baleares.

Y Claudia Sheinbaum, con ganas de regañarlos, apenas atinó a decir: “El poder se ejerce con humildad”. No mencionó nombres ni alzó la voz, pero todos entendimos que alguien se pasó de bronceado.

Porque el problema no es el descanso: es el descaro. El cinismo con el que estos nuevos redentores presumen su vida de millonarios con sueldo de funcionarios. La presidenta lo dijo sin decirlo: no se puede llamar transformación a lo que huele a derroche. Pero sus palabras se evaporaron en las paredes anecoicas del silencio partidista. Ni una sanción. Ni una disculpa. El que tenga para viajar, que viaje. El que no… que no viaje.

Y cuando uno cree haberlo visto todo, aparece él: Miguel Ángel Yunes Linares.

Sí, el mismo que durante años juró que Morena era una amenaza, que el obradorismo destruiría a México, que jamás pactaría con ellos. Hoy, con ropa de diseñador, comiendo langosta y copa de champaña en mano, se deja ver en Capri como parte del nuevo elenco morenista. ¿La razón? Su voto clave para la reforma judicial. Morena lo adoptó con el mismo entusiasmo con que César Borgia recogía enemigos caídos para convertirlos en aliados fieles… hasta que dejaran de convenirle.

Yunes es el epítome de la degeneración política: traidor profesional, converso por conveniencia, operador de sí mismo. Un hombre sin patria más allá de su apellido, y sin lealtades que no pasen por su cuenta bancaria. Su ingreso a Morena es como ver a un Borgia firmar votos de castidad.

Porque Yunes es simulador, simulacro y síntesis de lo que esta “transformación” ha terminado por significar: la restauración del viejo régimen, con nuevos colores y nuevas excusas.

Hablan de justicia, pero pactan hasta con el diablo para conseguir lo que quieren. Hablan de honestidad, pero reciben a todos los corruptos… incluso con honores. Hablan de principios, pero todo se negocia… si el precio es el correcto.

A estas alturas, cuesta distinguir a Morena del PRI. El dispendio es el mismo. La arrogancia, también. Con una diferencia: el PRI nunca fingió ser decente. Nunca habló de honestidad; era congruente con sus actos. Estos, en cambio, roban como los de antes, pero dan clases de ética y se defienden con airada indignación cuando son exhibidos.

Mientras tanto, el pueblo que creyó en la transformación, que confió en la lucha contra la corrupción, que imaginó una república austera… hoy se da cuenta de que son lo mismo. O peor: que son los mismos.

Los Borgia se han mudado a Morena. Ya no se llaman Rodrigo ni César, sino Yunes, Monreal, Delgado y un largo etcétera. Cambiaron de nombre, no de hábitos. La historia se repite, no por capricho, sino porque preferimos olvidar. Y cuando la memoria falla, repetimos los errores….

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