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¿Cómo te ven te tratan?

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Los expertos en imagen pública aseguran que el aspecto físico de una persona influye más de lo que se cree, en la aceptación, la toma de decisiones y la socialización. De ahí la importancia de mantener una buena imagen.

Esto no significa -en modo alguno- un arreglo elaborado, artificial u ostentoso.

Se trata de congruencia. Si eres un profesionista serio y responsable, tu imagen debe ser acorde.

El expresidente de los Estados Unidos, Richard Nixon se presentó a las elecciones “sin rasurar, con una apariencia un poco desaliñada, durante el primer debate presidencial televisado de 1960, con John F. Kennedy y esto fue un factor clave que influyó negativamente en su imagen ante los espectadores de televisión.

Nixon acababa de recuperarse de una lesión en la rodilla, parecía pálido, sudoroso y cansado. Se dice que se negó a usar maquillaje profesional y lucía una barba incipiente que se notaba bajo las brillantes luces del estudio, especialmente en la televisión en blanco y negro.

Por el contrario, Kennedy lucia joven, saludable, relajado y bronceado. La diferencia visual fue impactante.

Quienes escucharon el debate por la radio (sin imagen) pensaron que Nixon había ganado o que había un empate, pero la mayoría de los que lo vieron por televisión opinaron que Kennedy había dominado, debido a su impecable imagen.

Y es que “el hábito no hace al monje, pero sí lo ayuda”. La imagen cuenta.

En el ambiente formal de los abogados, después de la pandemia, la vestimenta masculina se relajó; las corbatas, que eran un accesorio imprescindible, dejaron de usarse, por ser “un receptáculo de virus y bacterias” según informaron las autoridades de salud.

Entre los jóvenes abogados se puso de moda vestir tenis, en lugar de zapatos y, poco a poco, se pasó de la formalidad a los jeans y las playeras.

Sostienen, quienes visten así, que una prenda de vestir no los hace ni menos, ni más abogados, que su conocimiento es exactamente el mismo.

Ponen como ejemplo a Steve Jobs, que siempre vistió con playera negra y vaqueros.

Sin embargo pasan por alto que Steve fue un genio, un hombre excepcional, no fue su imagen la que lo formó, él creó una imagen. Y no existen muchas personas así.

La imagen, en el entorno del derecho, importa.

La forma en que un abogado se viste puede influir en la percepción que sus clientes, colegas y superiores tengan de él. Demuestra respeto al trabajo y a los demás.

La vestimenta y el cuidado personal son elementos que transmiten seguridad y respeto. Una apariencia pulcra y adecuada para el contexto (audiencias, reuniones) ayuda a proyectar profesionalismo.

La imagen que se proyecta debe ser coherente con la identidad real del abogado para ser efectiva. Es decir, si se trata de un profesionista serio, dedicado, que respeta su trabajo; la imagen que proyecte no puede ser la de un deportista o la de un músico de rock.

Está demostrado que una buena imagen pública puede ser un factor decisivo para que un cliente elija a un abogado en lugar de otro.

Esto no significa, desde luego, que a la postre sea mejor profesionista que aquél cuya imagen lo descartó.

El abogado “debe ser y parecer”.

Así como no causa buena impresión un nutriólogo con obesidad, un dentista con la bata sucia o un militar desgarbado, tampoco la causa el abogado que se presenta a tribunales con ropa deportiva desgastada y tenis que han visto mejores días.

“El vestir correctamente es una forma interesante de mostrar tu educación.”

También se puso de moda en este círculo “el viernes informal”, pero las personas han confundido la informalidad con el desaliño.

Hace un tiempo fui a un juzgado a revisar un expediente y salí con una mala impresión,  era “viernes informal” el personal  llevaba gorras (como ocultando el cabello), pantalones deportivos y camisas de equipos de fútbol; hasta la conducta y disciplina se relajaron. Había comida en algunos escritorios y música para bailar en algún lugar.

Sí, la imagen de una oficina pública, de un despacho, de un grupo de profesionistas y de cada uno en lo individual cuenta.

“El estilo es el ropaje del pensamiento; y un pensamiento bien vestido, como un hombre bien vestido, se presenta mejor.” Conde de Chesterfield.

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