Álex Grijelmo García, periodista por vocación y filólogo por pasión, en su libro “La gramática descomplicada”, dice lo siguiente:
“Así como el infinitivo simple refleja una acción abierta e imperfecta, y así como el infinitivo compuesto y el participio representan una acción terminada, el gerundio simple se encarga de mostrar algo que dura, y dura, y dura.”
El gerundio, según explica el propio autor, representa una acción en desarrollo, continua, que muestra una duración amplia. Puede decirse entonces que ese tiempo verbal indica una tarea con una ejecución inacaba.
Tanto Alex Grijelmo como algunos otros escritores que se han referido al gerundio, consideran que su uso tiene que ser muy preciso y debe evitarse caer en abusos para no afectar la claridad y fluidez de la escritura o discurso. Los consejos de esos sabios autores para eludir el empleo de ese tiempo verbal tienen apoyo en diversas razones, sin embargo, hay una en particular: el gerundio se erige como la mejor excusa que puede expresar quien es incapaz de dar resultados palpables y concretos. Esta es la trampa obscena del gerundio, pues permite simular y hasta exaltar una acción que parece nunca tener fin pero que, frente a los ojos inexpertos de quienes no cuestionen más allá, resulta impactante, pues implica esfuerzos continuos (por supuesto artificiosos) que se terminan tejiendo en el vacío.
El oficialismo ha comprendido y hecho suyo con especial talento el uso indebido del gerundio en prácticamente todas las áreas de su gobierno. Sus actores y voceros, ante la ineficacia supina y la falta de resultados, se han convertido en auténticos prestidigitadores de ese tiempo verbal: hacen malabares, parecen estar luchando contra circunstancias invencibles (siempre heredadas de un pasado que ellos no generan) e incluso sugieren hacer esfuerzos y sacrificios inimaginables en beneficio del pueblo sabio y bueno, ese que los mantiene en pie.
Hace apenas unos días se hizo público algo que, desde el inicio del proceso de reforma, se advirtió que sucedería: en la lista de candidatos para jueces, magistrados y Ministros se encontraron los nombres de diversos abogados que se han desempeñado como defensores de reconocidos narcotraficantes. Ante este súbito hallazgo, ninguna de las autoridades involucradas asumió su responsabilidad; empero, todas ellas expresaron respuestas similares para tranquilizar al pueblo: “estamos trabajando en solucionarlo”; “estamos valorando el procedimiento a seguir para eliminarlos de las boletas electorales” o “estamos luchando contra la corrupción”. Estas respuestas suponen que se están llevando con la debida diligencia (la que no se tuvo al plantear la reforma judicial) las tareas necesarias para zanjar estos problemas; sin embargo, esas tareas no cesan, duran y duran y duran y, al día de hoy, esos nombres siguen en las mencionadas boletas.
Cuando en el telón circense matutino se cuestiona a la Presidenta sobre el nulo o muy bajo nivel de producción de la refinería Dos Bocas, la mandataria se limita a responder: “estamos trabajando para que se incremente la producción” o “se está proveyendo todo lo necesario para que funcione al cien por ciento”. Así, nuevamente da noticia de un tremendo esfuerzo; de que gira instrucciones precisas a sus subalternos y de que tiene un interés superlativo en que esa refinería algún día efectivamente produzca algo, pero la realidad es que no hay resultados. El gerundio la protege y resguarda nuevamente su simulación e inoperancia.
En el tema de seguridad nuestro tiempo verbal se convierte en la estrella estelar del discurso. No importa el número de asesinatos dolosos que suceden a diario en nuestro país, no interesan los feminicidios ni los ruegos de las madres buscadoras por ser atendidas o, al menos, escuchadas. Lo trascendente es que se “están atendiendo las causas”; que se “está arropando a la juventud”. En fin, la política de “abrazos no balazos”, representada en el gerundio gubernamental, significa que los primeros constituyen una acción de gobierno en permanente desarrollo pero con nulos resultados y, los segundos, es decir, los balazos -que solamente encuentran como blanco a la población inocente y no a los delincuentes-, es una actividad que dura y dura y dura por más dura que sea.
A pesar de lo expuesto en los párrafos anteriores, se debe considerar que el panorama no es del todo negativo. Cuando es el gobierno, a través de sus voceros, el que cuestiona y exige a algún grupo de la sociedad, entonces descubre pinceladas de conocimientos gramaticales que le reportan beneficios incalculables. El gerundio se desvanece y cede a indicadores de tiempo con exigencias irreductibles. Hace no mucho, en una de tantas mañaneras, se cuestionó a la presidenta sobre algunos servidores públicos que levantan sospechas de corrupción. La respuesta fue categórica: “presenta tu denuncia”; “exhibe pruebas” o “expresa las cantidades supuestamente robadas de manera precisa”. Para el gobierno los ciudadanos no tenemos derecho al gerundio. Espero que la reportera que efectuó ese cuestionamiento haya formulado y presentado la denuncia; sin embargo, temo decirle que cada vez que vaya a ver el avance del trámite se encontrará con la misma respuesta: “estamos investigando”.
Cuando la gramática no se emplea con el mismo rasero, el gobierno se mueve en una laxitud inconmensurable, mientras que los ciudadanos que exigimos nos encontramos atrapados en terrenos fangosos y, en esas circunstancias que dificultan el andar, se nos piden imperiosamente pasos concretos, definidos y precisos. Ese tiempo verbal impacta negativamente en una auténtica justicia. La verdadera transparencia implica que el gobierno explique fehacientemente las acciones concretas que está llevando a cabo en todos los ámbitos públicos. En un estado de derecho lo menos que se puede esperar es esa información y no que el gobierno nos hunda en acciones y datos genéricos, dogmáticos e imprecisos que no contribuyen a un diálogo genuinamente democrático.
Habremos de continuar en ese camino complicado y habremos de seguir “escribiendo” y “denunciando” para impedir, en la medida de lo posible, que el gobierno oculte su ineficacia y falta absoluta de resultados mediante el subterfugio del gerundio.