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lunes, julio 7, 2025
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En los prolegómenos de una dictadura

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Alguna vez escuché a un admirable personaje decir que toda gran traición comienza con una promesa de redención y que, en la historia de los pueblos, los discursos más dulces y esperanzadores suelen ser el preludio del sometimiento. Así sucedió en la granja de George Orwell y así ocurre hoy en el país que habitamos. 

MORENA fue, en su origen, cuando no tenía el poder, el estandarte de la insatisfacción colectiva. Nació como un grito en defensa de los desposeídos; un clamor que juraba erradicar los privilegios y acabar con la corrupción. En su voz resonaban los ecos ahogados de los marginados, las demandas de justicia y el anhelo por una transformación profunda que hiciera de México un país mejor. Con voz alzada prometía, en general, arrancar de raíz la injusticia, aquella que, igual que en la fábula de Orwell, se extendía como la hiedra por todo el suelo de la patria, nuestra granja. 

Una vez en el poder, esos gritos y voces se desvirtuaron. Los sueños, cuando se traducen en poder absoluto, se deforman para convertirse en aspiraciones muy personales y en pesadillas generales. 

En “Rebelión en la granja” los animales derrocan al amo humano y, por un instante, creen haber alcanzado la libertad. Promulgan principios de igualdad, fraternidad y justicia y pintan con color blanco en la pared los mandamientos que inspirarían su brújula moral, entre ellos, el relativo a que “todos los animales son iguales”. Sin embargo, al poco tiempo los cerdos -inteligentes, astutos y hábiles con el lenguaje- se apropiaron del relato y, a la postre, del poder. Lo que comenzó como una revuelta con miras a beneficiar a todos, se convirtió en una dictadura en la que los antiguos compañeros se transformaron en tiranos con otros semblantes. 

Lo que actualmente se vive en México no es una alegoría de la obra de Orwell, sino un espejo, y lo que refleja no es la fábula, sino una preocupante realidad. 

Las conferencias matutinas, tal vez nacidas como mecanismo de transparencia, se convirtieron en ceremonias de propaganda. Allí se construye la verdad única. Se ataca a los críticos; se descalifica a la prensa; se siembra la sospecha sobre toda voz independiente y, como el cerdo Squealer en la fábula de Orwell, el gobierno repite que todo lo que hace es por el bien del pueblo, aunque éste ya no tenga medicamentos, aunque la justicia estémaniatada, aunque las víctimas sigan sin ser escuchadas.

Donde antes se alzaban proclamas contra la militarización, hoy se extiende un país convertido en cuartel. El ejército ya no se resguarda porque ha sido transformado en empresa constructora; en policía; en administrador aeroportuario; en operador ferroviario y, con la guardia nacional, prácticamente en custodio de la vida civil. 

Claudia Sheinbaum replica el tono, el gesto y la liturgia de quien le heredó el poder. No lo hace como lideresa independiente, sino como apóstol de un dogma previamente escrito. Desnuda públicamente a los disidentes y eleva a los suyos como si fuesen santos de una nueva religión política. Los mandamientos han cambiado. Prometieron serviciosmédicos para todos, pero dejaron sin ellos a los más vulnerables. Juraron abrazar a las madres buscadoras, pero las dejaron solas, pala en mano y surcos de dolor en sus rostros. La corrupción no se combate, simplemente se niega y cuando la prensa señala, el régimen exhibe. Cuando el ciudadano pregunta, el régimen calla y cuando la historia juzga, el régimen reescribe. 

Hoy la “austeridad republicana” coexiste con escándalos de enriquecimiento familiar. El “pueblo bueno” es exaltado cuando obedece, pero vilipendiado cuando cuestiona. Se gobierna con mandato popular, pero se pisotea el pluralismo. Se destruyen organismos autónomos constitucionales para incorporarlos a la estructura gubernamental como órganos descentralizados y, desde el púlpito mediático, se les indica a los nuevos ministros cómo resolver los asuntos fiscales. 

Es precisamente con el desmantelamiento del Poder Judicial de la Federación con el que se vislumbra el rostro más nítido del autoritarismo en ciernes. Con discursos simplistas y falaces se ha convencido a muchos de que los jueces son un obstáculo en lugar de un escudo. Cuando se destruye al Poder Judicial no se castiga a los corruptos: se desnuda al ciudadano porque se le despoja de toda protección efectiva contra el abuso y la arbitrariedad. 

Más allá de los hechos, debemos recurrir al símbolo. “Rebelión en la granja” no es solamente una fábula en la que ciertos animales -los cerdos- se convierten en tiranos. Se trata de una advertencia atemporal que parece decirnos que cuando el poder no encuentra límites, se vuelve indistinguible del que se decía combatir. Cuando los principios se adaptan a conveniencia, los ideales se vacían. El mandamiento fundamental en la granja se alteró con un agregado tan breve como oprobioso: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”. Fue ahí cuando los cerdos comenzaron a dormir en camas con almohadas de pluma y a brindar en dos patas, confundiéndose así con los humanos que antes expulsaron. 

La vida pública está en un momento decisivo: no hay tanquetas en las calles ni toques de queda, pero sí instituciones debilitadas, poderes absorbidos, crítica silenciada, periodistas desaparecidos y una sociedad aletargada…por no decir abúlica. No vivimos en una dictadura plena, pero caminamos paso a paso, sin ruido, y con la complicidad de la costumbre hacia sus umbrales. 

No hemos cruzado ese umbral, pero se vislumbra con nitidez. Las señales se desbrozan ante los ojos. Una dictadura no se impone de súbito: se construye lentamente con reformas constitucionales que debilitan o anulan los contrapesos, con la exaltación del culto a la personalidad y con el uso del lenguaje para desvirtuar la realidad. 

Las dictaduras modernas no se visten de verde, de uniforme militar. Se arropan de democracia, pero ahogan su espíritu. Conservan las formas, pero vacían los contenidos. Celebran elecciones, pero sin equilibrios ni controles reales. Prometen redención, pero realmente asfixian. No vivimos bajo el yugo total, pero ya no estamos en un régimen que permita el ejercicio pleno de las libertades. Estamos en los bordes. Nos ubicamos en la antesala: en los prolegómenos de una dictadura.

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