Uno de los galardones más prestigiosos del medio jurídico en México es el Premio Nacional de Jurisprudencia que otorga anualmente la Barra Mexicana Colegio de Abogados a un jurista que se distingue destacadamente por honrar a la profesión de forma ejemplar.
Entre quienes lo han obtenido encontramos formidables personajes como Jesús Zamora Pierce, Javier Quijano Baz, Andrés Serra Rojas, José Ramón Cossío, Sergio García Ramírez, Héctor Fix Zamudio, Ana Laura Magaloni, Felipe Tena Ramírez, Javier Cremades, Margarita Luna Ramos, Ignacio Galindo Garfias, Bernardo Sepúlveda Amor e Ignacio Burgoa Orihuela.
Hay quienes siempre han buscado ser distinguidos con tan elevado honor e incluso se autopromueven sin tener los merecimientos para después mostrar la audacia de descalificar el proceso de elección, simplemente porque no han sido favorecidos, lo que sin duda es una bajeza.
Entre abogados hay enormes luchas de egos y protagonismo, sin embargo esto no ha sido factor para desacreditar un reconocimiento de enorme honra. Basta revisar los nombres y trayectorias de quienes lo han ganado para entender el contexto.
En el año que está por concluir, el Premio Nacional de Jurisprudencia ha sido concedido con absoluta justicia a un litigante penalista admirable, ejemplar en lo personal y profesional. Me refiero a José Luis Nassar Daw, fundador de su propia firma de abogados desde 1984, barrista muy destacado y catedrático experto en diversas universidades.
Quienes lo conocen saben de su rigor profesional para desarrollar brillantes estrategias para sus clientes que dan fe de su eficacia, honestidad, acompañamiento incondicional y calidad humana. Con argumentos de sobra, es catalogado sin regateos como uno de los mejores abogados en nuestro país.
Pepe Nassar no es ajeno a la crítica coyuntura que atraviesa México en la defensa del Estado de Derecho y la reciente reforma al Poder Judicial que fracturó la división de poderes para vulnerar nuestra democracia. Con su acostumbrada lucidez y valentía expresó al recibir el galardón un diagnóstico real de la situación para lanzar un llamado que sacudió al gremio jurídico el pasado 11 de diciembre.
En un discurso sin desperdicio, recordó que la dignidad no admite complacencias y por eso reproduzco con su autorización algunos fragmentos:
“Hoy, el ejercicio de nuestra profesión, exige carácter. Exige levantar la voz. Exige enfrentar, sin titubeos, a quienes creen que la ley es un instrumento que puede torcerse al antojo del poder”.
“El Derecho es el muro que contiene al abuso, la frontera que detiene al autoritarismo y la voz que recuerda al poder, que sus límites importan. Hoy más que nunca esos límites deben ser defendidos con firmeza”.
“Frente a eso, la abogacía no puede permanecer en silencio. Quien calla, cede, y quien cede, renuncia. Y nosotros no vamos a renunciar”.
“Cuando la ley se deforma, cuando se persigue a la crítica, cuando se erosiona la división de poderes, el abogado no se acomoda: el abogado se planta”.
“La abogacía mexicana está de pie. Y mientras lo esté, la democracia no caerá. México nos reclama acción, y está en nosotros estar a la altura”.
Ante tal contundencia del distinguido galardonado, no tengo nada que agregar en esta mi última columna de 2025 antes de unos días de vacaciones.
EDICTOS
Agradezco mucho la lectura de mis textos y su amable calidez durante un año de cambios y decisiones en defensa de la libertad a expresarlos con independencia. Les deseo salud, bienestar y la mejor energía positiva para hacer de 2026 un gran año para ustedes y sus familias. Regreso a publicar el lunes 5 de enero, hasta entonces.



